Últimamente oímos hablar con demasiada frecuencia de transformación digital, de proceso disruptivo, de modificación o, incluso, de muerte de los modelos de negocio –digamos, convencionales- y se nos eriza la piel pensando que todos esos cambios, pocas cosas buenas pueden traer.Sin embargo, los cambios, -nos gusten o no- son elementos que acompañan el día a día de las empresas. Más profundos o más superficiales, están siempre presentes en el devenir empresarial. Algunos se pueden prever y abordar con éxito, y otros, nos pillan desprevenidos y suelen producir ciertos desbarajustes a la hora de hacerles frente. Vengan como vengan, los responsables de las organizaciones, sean del tamaño o sector de actividad que sean, deben tener claro que, se producirán y que, las organizaciones deberán tener las herramientas y los recursos técnicos, humanos y económicos necesarios no solo para afrontarlos sino para sacar lo mejor de ellos.
IDC en uno de sus últimos informes publicados recientemente anunciaba un cambio profundo en la dinámica de las aplicaciones de negocio, asegurando además, que su evolución va mucho más allá del mantenimiento tecnológico propio de las actualizaciones, parches o modificaciones puntuales. Estoy absolutamente de acuerdo con este analista en que las aplicaciones están en una continua evolución y que, como herramientas vivas que son, reflejan a modo de espejo, espejito mágico, los cambios que experimenta el negocio y con ello, las modificaciones que afectan a las estructuras organizativas, a los flujos de trabajo, a los propios usuarios, etc.
Esta evolución afecta de lleno a los sistemas de gestión empresarial. He titulado este post ¡Vivan los ERP dinámicos! porque creo que esta es una de las claves para hacer que estos aplicativos contribuyan de una manera eficiente a ayudar a las empresas a acometer los cambios, desplazando sus prioridades y buscando la estabilidad en un entorno cambiante.
Pero, ¡ojo!, una vez asumida la realidad del contexto, es importante señalar también que todos, especialmente en el entorno de las pymes, deben remar en la misma dirección y no delegar en las áreas de TI toda la responsabilidad sobre la gestión del cambio. Es más, cada vez es más frecuente, en las pequeñas y medianas empresas, distribuir la responsabilidad del reto, entre las distintas áreas que conforman la organización. Es decir, involucrando activamente a los usuarios de la tecnología para facilitar la combinación entre una respuesta ágil y sencilla y la continuidad del día a día en el desempeño de su actividad ordinaria.
Por eso, es tan importante que los usuarios de la tecnología, en este caso, de los ERP obtengan la capacitación necesaria que les habilite para implicarse activamente, no solo en el uso y disfrute del aplicativo que utilizarán a diario, sino en la propia evolución del mismo. Para conseguir esta sintonía se necesita, primero formación, por supuesto, segundo motivación e implicación y, tercero, que la herramienta en cuestión esté construida sobre una arquitectura flexible que permita introducir cambios, modificaciones o actualizaciones de manera sencilla, hasta intuitiva –diría yo- y transparente. La facilidad y la sencillez en la experiencia de uso y la disponibilidad de analíticas, informes y estadísticas, son la guinda del pastel para hacer que el usuario sea el protagonista de su propia transformación.