Transformación digital: pulsa el botón

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“Todos los cambios exigen esfuerzo y compromiso. Y a veces, la magnitud del cambio no es proporcional al esfuerzo que suponen. Pero otras veces, sí”.

Para que una empresa con independencia de su tamaño o actividad sea capaz de mantener el liderazgo o, cuanto menos, una posición destacada en el ranking de competidores, deberá ir aplicando cambios en su estrategia y, también, lógicamente, en sus objetivos, en su estructura, en definitiva, incluso, hasta en su propia esencia, si de lo que se trata es de seguir siendo visible e incluso, destacable, en la nueva era digital.

Si hablamos de transformación digital, y eso, es relativamente sencillo, pues últimamente estamos invadidos por el espíritu de la economía digital, el talento digital, el mundo digital, la tecnología digital, etc., lo cierto es que no debemos olvidarnos de que la permuta de lo analógico a lo digital deberá ser impulsada por directivos y profesionales de base, capaces de desarrollar competencias clave en estos nuevos entornos y que, sin miedo a los cambios, tengan la capacidad suficiente como para comprender el alcance de las modificaciones requeridas, ya sean éstas graduales o radicales.

Para los altos cargos, directivos, gerentes o máximos responsables, en general, su principal tarea será, sin duda, crear una hoja de ruta que les permita acometer los cambios con garantías y, a la vez, gestionar el proceso para que la iniciativa de transformación sea no sólo exitosa en el momento, sino, sostenible y beneficiosa, en el tiempo. Para los profesionales de base, la prioridad estriba en entender las ventajas del proceso y compartir retos y necesidades, pero también los logros obtenidos en sus parcelas de responsabilidad, con el resto de la organización.

Renovar también para digitalizar

Cuando hablamos de transformación digital, así, de manera genérica, a veces tengo la sensación de que se transmite la idea de que con apretar un botón es suficiente para que la maquinaria del cambio se ponga en marcha y la propia inercia obre el milagro transformador. Lástima que no sea así, por otra parte, pero lo cierto es que impulsar un cambio de la magnitud que exige la tendencia digital, precisa de una bajada al mundo real para analizar la situación real de muchas empresas, particularmente de las pymes (recordemos, más del 98% del tejido empresarial en nuestro país) para entender que las grandes palabras no son suficientes para concienciar y, sobre todo, para impulsar el cambio sin la ayuda necesaria.

Y, cuando hablo de ayuda, me refiero, no sólo a la económica, que también y seguramente, prioritaria. Ayuda económica para facilitar en las empresas con menos recursos, la renovación de equipamiento, ya sea hardware o software. Por ejemplo en el campo de las soluciones de gestión, muchas organizaciones operan con aplicativos antiguos que más que sumar, restan valor porque ni facilitan el trabajo para el que fueron implantados, ni plantean propuestas de mejora en los procesos que intervienen, ni transmiten confianza ni seguridad a quienes las utilizan, con quienes, dicho sea de paso, mantienen muchas veces una lucha encarnizada por entenderse mutuamente.

Ayudas económicas, pues, para renovar el parque tecnológico y orientar el cambio a herramientas, eso sí, que se muevan con soltura en el nuevo entorno digital en el que todos dicen operar, aunque sea, sólo en la teoría. Pero también, ayudas en formación porque de nada sirve tener un Ferrari si lo único que se consigues hacer con él es arrancar el motor. Por lo tanto, universidades y escuelas profesionales deberán apostar por el trazado de nuevos planes de desarrollo que permita dibujar un mercado de profesionales más acorde con las demandas del entorno digital, unas demandas que, según dicen los expertos, no están cubiertas en el corto plazo. Y ayudas para la puesta en marcha efectiva, para trazar la hoja de ruta que decía al principio, pero acorde con las realidades de cada uno. Y sí, también ayuda para concienciar a la sociedad ¡ojo, con esto! de la trascendencia de este proceso transformador en el que todos somos, directa o indirectamente, parte activa.

 

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