Hablar de habilidades digitales es mucho más que hablar de tecnología. Para mí es hablar de formación continua y de compromiso con el aprendizaje; con perder el miedo a los cambios y con la disposición de mejorar permanentemente.
Por mucho que nos empeñemos en hablar de tecnología y de digitalización y de datos, lo cierto es que para lidiar con éxito en los procesos de transformación digital que todos hemos de acometer, el principal reto con el que nos topamos es con el de optimizar el potencial que, hoy por hoy, ofrecen tecnología e información.
Para encarar ese reto, no basta con acudir a los mejores proveedores TI, o a los más reconocidos. No basta con implementar las soluciones más potentes, o las más novedosas o las más innovadoras. Tampoco basta con “aleccionar” sobre las bondades de la transformación ni con trasmitir mensajes, por muy positivos que estos sean, acerca de la necesidad imperiosa de digitalizarse para competir en igualdad de condiciones.
Nada de esto basta si las personas que forman parte de la organización no reúnen las habilidades o competencias digitales necesarias para hacer el cambio. Claramente es imposible que en una organización -tradicionalmente analógica- se reúna todo el talento digital necesario para hacer frente a los nuevos paradigmas. Sin embargo, sí es posible, dotar de la capacitación precisa mediante la formación continua al talento interno y, por supuesto, incorporar nuevos talentos con las cualidades digitales que reclama la nueva era.
Una vez implementado el plan de formación y selección adecuado y conforme marquen las necesidades específicas de cada organización, los empleados que dispongan de una mayor capacitación y mentalización digital podrán actuar en dos direcciones complementarias:
- Cubriendo los puestos digitales
- Liderando la capacitación de nuevos talentos internos
Digitalizar desde el colegio
En los años que llevamos hablando de transformación digital nos ha dado tiempo a definir varias veces lo que son las competencias digitales y para qué sirven. Grosso modo se podría resumir diciendo que son aquellos conocimientos y habilidades que permiten explotar al máximo el potencial que proponen tecnología e información digital. Aprovechar su potencial para ponerlo al servicio de cualquier entorno laboral, social, cultural o educativo.
Y, es precisamente en el entorno educativo en el que quiero poner el primer acento de este post. Por fin, parece que en las escuelas se empieza a entender la trascendencia de lo que implica la sociedad digital y, aunque va calando lentamente, es cierto que ya se trabaja para que, desde los niveles más tempranos de la educación primaria los niños y niñas aprendan a usar y aprovechar los recursos tecnológicos que tienen a su alcance.
La formación y las ganas de aprender son claves para
adquirir las habilidades digitales necesarias Share on X
En este sentido, se trata de que, desde la infancia la tecnología ayude a resolver problemas reales de una manera más eficiente. Por supuesto, este modelo de aprendizaje tecnológico también va dotando a los chavales del conocimiento necesario para evaluar y seleccionar las herramientas más adecuadas para abordar trabajos concretos. Y, ¡cómo no! para estar al tanto de la evolución y la innovación en el entorno de las tecnologías emergentes. No se trata de formar expertos TI -por defecto- sino de evitar las lagunas digitales a las que han tenido que hacer frente la generación de profesionales que precedieron a los famosos millenials.
Perdido el miedo a la tecnología, ¿en qué nos centramos?
Como sucede con el tema de las definiciones, que podemos encontrar un montón sobre lo que es digitalización y lo que no, cuando tratamos de identificar cuáles son las habilidades digitales básicas, nos encontramos con la misma situación. La Unión Europea a través de su servicio de Ciencia y Conocimiento de la Comisión Europea, EU Science Hub, identifica y sistematiza las que considera más acertadas. Información y alfabetización digital; Comunicación y colaboración; creación de contenido digital; Seguridad; y Resolución de problemas.
Desde luego, todas ellas me parecen más que acertadas y, en estos cinco grupos, se incluyen a buen seguro, una gran parte de las habilidades que se necesitan para acceder y desempeñar con éxito las tareas laborales del futuro. Y, añado, muchas de las funciones básicas y elementales de hoy en día. Dice el Informe Sociedad Digital en España 2017 de la Fundación Telefónica que solo el 31% de los españoles tiene hoy competencias digitales avanzadas y el 23% habilidades digitales básicas.
Con estos mimbres, difícilmente podríamos atisbar un futuro prometedor para el entorno empresarial español. Por eso, vuelvo al tema de la formación -ahora en el -ámbito profesional- para dotar a los trabajadores de las competencias digitales -en el nivel que precisen- y que les permitan hacer mejor su trabajo.
Ahora bien. No sé si ha quedado claro o no, pero por si acaso, insisto en que, cuando hablamos de habilidades digitales no solo hablamos de tecnología o de saber utilizar las herramientas. Hablamos, más bien, de tener la capacidad de adaptarse, de tener interés por aprender casas nuevas, hablamos de ser proactivos y de impulsar los cambios. Claro, todo esto, con la tecnología adecuada es más fácil. Pero hay que tener la base.
En definitiva, cuando hablamos de habilidades digitales -hoy, que, dentro de unos años, cualquiera sabe- hablamos de algo más que de tecnología. O, mejor dicho, de mucho más que de tecnología. En esos cinco grupos que recogía la UE se incluyen, entre otras: conocimientos TIC, comunicación y colaboración en red -internas y externas y en el entorno laboral y personal-, crear y difundir contenidos de calidad y útiles, saber protegerse de las amenazas cibernéticas y salvaguardar los datos, abordar la resolución de problemas con una visión estratégica y tener capacidad de liderazgo y de aprender sobre la marcha.
En todo caso, a mí me queda bastante claro. Da igual las competencias digitales que se necesiten ahora o las que los expertos prevean que se necesitarán en los próximos años, lo importante es apostar por la formación continua -desde pequeños-, lo más individualizada o personalizada posible y focalizada a la capacitación efectiva y eficiente.