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Las empresas deben comprometerse con el talento

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A pesar de la elevada tasa de desempleo (15,2%) que sufrimos en España la guerra por el talento se recrudece, particularmente en aquellas organizaciones que demandan perfiles, asociados a tecnologías emergentes o nuevas disciplinas asociadas a la ultra-famosa transformación digital.

Sea como sea, las organizaciones deben ir en busca de los talentos más habilidosos y capacitados, pero también, en busca de los más comprometidos. Los potenciales empleados, demandan lo mismo a las organizaciones, un mayor compromiso y acceso a formación permanente, entre otras cosas.

La organización sin ánimo de lucro Thinkernautas asegura que la vinculación de la empresa con causas sociales y su apuesta por un aprendizaje continuo que facilite a los empleados adquirir nuevas capacitaciones para desarrollar su carrera profesional con éxito, son, junto con la flexibilidad y la conciliación, algunas de las nuevas exigencias del talento que se incorpora al mercado laboral.

Y creo que no les falta razón. Hoy, el talento aspira a mucho más que un puesto fijo, con un salario ajustadísimo. Si bien es cierto que la generalización es injusta, he de decir que, los jóvenes que se preparan para entrar en el mercado laboral empiezan a priorizar otras cuestiones -digamos, satélites- que poco o nada tienen que ver con la estabilidad o el sueldo.

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Los chavales que hoy terminan sus estudios en Universidades, escuelas técnicas, en laboratorios especializados o, incluso, aquellos, más autodidactas aportan la “frescura” que arrebató a su generación predecesora, la crisis económica del 2008. Y, con ello, ofrecen lo que, al mismo tiempo demandan. Personalización, flexibilidad, compromiso social y reconocimiento. Como digo, buscan el establecimiento de una relación de “ida y vuelta”, o, para ser más exactos, “de igual a igual”.

Entre el Customer Centric y el Employee Centricity anda el juego

Cuando actúan en su vertiente de cliente, los futuros empleados utilizan unas herramientas tecnológicas que les han colocado en una posición de igualdad respecto a las empresas proveedores de bienes y servicios. Sus demandas y opiniones se tienen muy en cuenta, tanto que hacen posible que un negocio pueda cambiar su estrategia si los resultados que obtiene de esa “interacción” no son buenos.

Siendo así, cuando estos mismos jóvenes, se ponen en la tesitura de buscar un empleo, sus expectativas son similares. Es decir, buscan ser escuchados, tenidos en cuenta, que puedan mantener comunicación fluida con sus superiores, o sea, que las estructuras sean livianas y, sobre todo, los responsables accesibles y, que, la tecnología sea poco menos que una commodity asociada a su puesto. Buscan agilidad y flexibilidad, y quieren rapidez, seguridad y sencillez.

Igual que las opiniones de un cliente pueden hacer crecer la reputación positiva o hacer tambalear el reconocimiento positivo de una marca, los empleados, y los posibles candidatos, tienen en su poder la misma capacidad de influencia. Por eso, las empresas, las pymes aún más, por las dificultades que entraña competir en el mercado laboral con las grandes corporaciones deben aplicarse el propósito de implementar estrategias de captación y fidelización del talento sobre la base de un proyecto diferenciador.

¿Qué ofrecer más allá del dinero?

Además de la retribución económica, los jóvenes talentos, están más preocupados por otras cuestiones que les permita establecer vínculos, también emocionales con la organización de la que formarán parte. Creo, sinceramente, que las empresas deben comprometerse con el talento, pero deberán hacerlo desde una óptica mucho más personal.

Es decir, además del dinero, la organización deberá mostrar un verdadero interés por sus empleados. Interés profesional, pero también personal. Más allá de sus datos administrativos, las personas quieren sentir que forman parte de una organización de la que pueden sentirse orgullosos. Por eso, actuar con honestidad y transparencia, difuminar las jerarquías y proponer modelos de trabajo flexibles son algunas de las cuestiones que se tienen más en cuenta. Pero no solo es valorable lo, estrictamente profesional.

Los jóvenes de hoy -insisto que generalizo- son más solidarios y apuestan por compañías que muestren también su perfil más comprometido. Es decir que, en la lucha por el talento, son mejor vistas aquellas organizaciones que destinan parte de sus beneficios a obras sociales, o que impulsan el desarrollo de proyectos benéficos, o que a través de sus propias fundaciones o de terceros, contribuyen a la mejora del bien común.

Desde luego creo que las empresas deben comprometerse con el talento y, más aún, con los proyectos que, con muchísimo esfuerzo y generosidad, llevan a cabo las organizaciones que trabajan en el tercer sector. Vincular talento y compromiso es, sin duda, una fórmula siempre exitosa porque sienta las bases para un futuro más colaborativo.

Por eso, iniciativas como la de Thinkernautas con su ThinkerFEST o el Festival de las ideas que ellos dicen, me parece sencillamente, admirable. Se trata de una iniciativa para poner en común el talento de los jóvenes estudiantes con las necesidades de los más desfavorecidos. El Comité Español de ACNUR, la AECC, la Fundación Mapfre, la Asociación Parkinson Madrid y la Fundación Khanimambo, recibirán decenas de propuestas creativas y, muchas de ellas viables, para resolver las problemáticas concretas a las que se enfrentan a diario.

 

 

 

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