La transformación digital de las pymes exige un cambio adicional en base a otros parámetros muy distintos de los tecnológicos. Es decir, requiere formación, talento con nuevas habilidades y capacitaciones digitales, nuevos entornos legales, modelos de negocio diferentes, más abiertos y flexibles al cambio, etc. ¿Son conscientes las pymes de todo ello? O ¿piensan que la tecnología dará respuesta a todos sus interrogantes?
Está claro que, para las empresas de nueva creación, resulta mucho más fácil -casi diría yo que, hasta natural- comenzar su andadura por el mundo de los negocios, en digital, porque nacen libres de ataduras -aplicaciones de negocio o infraestructuras, muchas veces heredadas, que lastran el crecimiento de las organizaciones más vetustas-. La mayoría de estas empresas que se crean -startups, incluidas- apuestan por trabajar en la nube y por utilizar modelos de pago por uso porque entienden -lo tienen interiorizado, de hecho- que es el modo más eficiente sobre el que sustentar su crecimiento.
Pero las pymes que tienen ya un bagaje amplio son las que tienen que abordar el proceso de transformación digital, no diría de modo imperioso, pero sí con cierta celeridad o, cuanto menos, sin prisa, pero sin pausa, como dicta el famoso refrán castellano. Ahora, falta por ver si estas organizaciones han entendido claramente el concepto de digitalización y si están preparadas para afrontar el proceso de cambio que les exige el guión.
Sí. Desde luego que, si las empresas quieren competir en el panorama actual –globalizado, interconectado, sin barreras, digital, …- han de hacerlo con todas las herramientas que, ese mismo escenario pone a su alcance. Y, no hablo únicamente de herramientas tecnológicas, sino, como decía al principio, de otro tipo de herramientas, incluso conceptuales, como puede ser la formación, la cooperación, el intercambio, la integración, etc.
Transformar digitalmente una pyme es cambiar su forma de hacer negocios, su modelo de trabajo, su forma de hacer las cosas, de relacionarse con su entorno -clientes, proveedores, empleados …) Es, en definitiva, un proceso de transformación estructural con el fin de adaptarse al actual escenario digital. Un escenario digital en el que destacan las siguientes cuestiones:
Modificación de los hábitos de consumo
No solo es que los consumidores busquen y compren o alquilen productos y/o servicios diferentes a los que buscaban hace 20 años. Es que también han modificado la forma en la que acceden a esas búsquedas. Los dispositivos móviles escalan posiciones en la lista de preferencias y, cada vez son más los consumidores que se van de tiendas virtualmente. Es obvio que, de cara al vendedor, el M-commerce permite aumentar la captación de clientes, reducir sus costes y analizar y monitorizar todo el proceso de interacción también con los potenciales clientes a través también del dispositivo móvil.
Pero, de cara a los propios clientes, las ventajas también son sustanciales, además del ajuste de precios -por lo general, comprar online resulta ligeramente más barato que hacerlo en las tiendas físicas- cabe destacar otras cuestiones asociadas a la inmediatez, la agilidad, la flexibilidad o la comodidad que imprimen las compras virtuales.
Por lo tanto, si a unos y a otros les encaja el modelo, por costes, eficiencia, rapidez, … por lo que sea, claro está que las empresas deberán -lo están haciendo, de hecho- dotarse de las herramientas necesarias para dar soporte a estos nuevos requerimientos. Y sí, de paso, meterse de lleno en lo que decíamos al principio, la digitalización.
Y, como también decía al principio, la transformación digital no solo va de tecnología, sino de otros conceptos clave y aún más estratégicos, si cabe, como la integración. Integración, por ejemplo, entre e-commerce y ERP para favorecer una gestión integral de los procesos, facilitar la toma de decisiones y mejorar el servicio que se presta a los clientes, entre otras cosas, claro.
Aumentar el conocimiento y las habilidades digitales
Parece una evidencia hablar de mejorar la capacitación digital para abordar el proceso de transformación digital. Y, probablemente sea reiterativo, pero tengo la sensación -que puede estar 100% equivocada- de que todavía hay muchas pymes que están pensando en tirar de intuición para abordar un proceso que como digo, cambiará su fisionomía.
Creo que es importante que las empresas que se ven obligadas a cambiar para poder transitar con éxito por ese sendero digital que se dibuja en el horizonte, deben compartir tertulia, grupos de trabajo, formación y, hasta sesiones de networking, con las empresas más nuevas, startups, incluso, porque pueden impregnarse de la cultura con la que estas últimas vienen al mundo o de los valores que defienden en sus modelos de negocio (inmediatez, transparencia, sencillez, …)
El aprendizaje, este aprendizaje digital, difícilmente se puede adquirir -por el momento- en las aulas. Hay que adquirirlo sobre el terreno, siendo proactivos y expeditivos, equivocándose y, en definitiva, perdiendo el miedo a la acción innovadora. El futuro, será otra cosa, claro. De hecho, en los próximos años habrá solo en Europa miles de puestos digitales por cubrir. Pero el cambio empieza ya, no dentro de un año, ni dos, ni tres. Ahora.
Innovar aunque eso implique equivocarse
¡Qué importante me parece la innovación en el entorno de las pequeñas y medianas empresas! Creo que este tipo de organizaciones son -muchas veces sin saberlo- más innovadoras y valientes que las grandes corporaciones. Innovadoras, no solo en los productos y servicios que ofrecen, sino en el modo en el que los ofrecen, en sus procesos internos, en su gestión.
La innovación debe estar presente en todas las áreas de la organización. De hecho, las empresas innovadoras son las que menos resistencia oponen a los cambios, también a los que implica la digitalización de su actividad. Digitalizar es, en gran medida, innovar. Por lo tanto, para las organizaciones acostumbradas a trabajar bajo el prisma de la innovación será siempre más sencillo acometer estos proyectos, aunque impliquen cierto grado de disrupción.
Una pyme innovadora no le teme al fracaso porque, por lo general, aprende de sus errores y las lecciones que extrae de las iniciativas frustradas son, en realidad, la semilla de los éxitos venideros. Innovar y digitalizar son, por tanto, conceptos muy parejos que deben ser tenidos muy en cuenta como conceptos casi, solidarios.
Ahora, después de todo esto me surge la duda al respecto del papel que pueden o deben desempeñar los desarrolladores de software para impulsar la transformación digital de las pymes. Y, la respuesta que me viene a la cabeza apunta, sin duda, a la alineación con los responsables de sistemas -en caso de haberlos-, con la dirección -siempre- y, con los responsables de las áreas que se verán afectadas en primer lugar y/o en mayor medida.
Para hacer más gráfica esta alineación entre desarrolladores de software y administradores de sistemas me viene a la mente el concepto DevOps, (Desarrollo y Operaciones), una metodología para la creación de software basada en la integración entre desarrolladores de software y administradores de sistemas que permite la construcción más rápida, más barata y con más opciones de actualización.
Y, me viene a la mente porque, aunque no se trata de una filosofía concreta, sí que precisa de un cambio cultural y organizativo profundo -en términos de colaboración, intercambio, comunicación, …- para su implementación. Y, es, en definitiva, un término muy utilizado en el entorno TI asociado a las estrategias de transformación digital. Pero, claro, si nos enredamos con DevOps no terminamos el post, así que, lo dejamos aquí, hasta la siguiente entrada. Nos leemos.